Dolor, entereza y lucha: acerca de la Ley Emilia.

Hoy en día, para nadie resulta extraño que los ciudadanos chilenos se están tomando los espacios públicos, para demandar mejoras sustanciales de un sistema que parece oprimirnos desde diferentes flancos. Consignas como “fin al lucro en educación”, o bien, “terminar con las alzas arbitrarias y desmedidas en las comisiones de las tarjetas de crédito”, resuenan día a día en nuestros oídos. Estamos endeudados e indignados.

Sin embargo, uno de los clamores ciudadanos que más han me han conmovido el último año, es la llamada Ley Emilia. El domingo 20 de enero de 2013, Benjamín y Carolina –ambos historiadores y profesores de la Universidad de Valparaíso, el primero de ellos, amigo mío desde hace casi 15 años- viajaban en auto junto a su pequeña hija Emilia, desde la casa de los abuelos paternos en Santiago, rumbo a Viña del Mar (ciudad donde ellos residen) Emilia iba sonriendo y cantando como de costumbre, hasta que un auto -que iba a más de 100 kilómetros por hora- los embistió por la parte trasera, mientras se encontraban detenidos en una luz roja frente a la Municipalidad de Vitacura. La niña, que se encontraba correctamente sentada y afirmada en su silla, recibió toda la fuerza del impacto en la cabeza, quedando de inmediato inconsciente. En forma paralela, Nelson Fariña, el cobarde e imprudente conductor que manejaba a sabiendas de que se encontraba bajo la influencia del alcohol (había estado tomando desde la noche anterior en una fiesta de la empresa donde trabajaba) se dio a la fuga, chocando un par de metros más adelante con un árbol y unas barreras de contención, que se encontraban en los alrededores de la municipalidad (lo cual quedó registrado por las cámaras de vigilancia)

Benjamín se bajó rápidamente del auto y sacó a la pequeña Emilia de su silla, mientras Carolina, con la nariz fracturada y otras lesiones que luego se harían evidentes, fue trasladada a la clínica junto a su hija de 9 meses y 17 días, por una generosa señora a quien no conocía.

El diagnóstico que les entregaron en la clínica, fue desgarrador y desolador: Emilia tenía infartada la parte derecha del cerebro y no le quedaban más de 24 horas de vida. En medio de este calvario, un periodista que había asistido a la audiencia de formalización de Fariña, se le acercó a Benjamín y le comentó que el delincuente (digamos las cosas de una vez por su nombre) se encontraba tranquilo y campante en su casa.

En medio de este inconmesurable dolor, y mientras Emilia agonizaba, sus padres decidieron iniciar una campaña para imponer penas efectivas a los conductores ebrios que produzcan la muerte o lesiones graves, puesto que la ley actual, solo contempla penas de reclusión nocturna o firma mensual (no así penas de cárcel), para quienes tengan una “conducta anterior intachable”.

Emilia partió de este mundo el lunes 21 de enero, a las 18.58 horas, en compañía de sus padres, abuelos y amigos. Benjamín y Carolina estaban lógicamente destruidos, intentando encontrar una explicación a tanto sufrimiento. Pese a este, tenían un gran motivo para mantenerse en pie: difundir la llamada Ley Emilia, para que nunca más un conductor ebrio, le arrebatara la vida de un ser querido a nadie.

Desde ese minuto, la pequeña Emilia comenzaría a iluminar esta cruzada familiar, que rápidamente se convirtió en una cruzada nacional, ya que contaron con el apoyo numerosos familiares de víctimas que habían muerto en las mismas circunstancias. Benjamín y Carolina, sintieron un poco de pudor de que el proyecto de ley llevara el nombre de su hija, pero el apoyo y el respaldo fueron totales. Se crearon páginas en Facebook y en Twitter, para sensibilizar a la población y crear conciencia del peligro que representa conducir bajo los efectos del alcohol. Junto con esto, la familia Silva Figueroa, sus parientes más cercanos y una gran cantidad de alumnos de la Universidad de Valparaíso, salieron a las principales calles de Santiago y Viña del Mar, a recolectar firmas para presentar el proyecto de ley ante la Cámara de Diputados y de Senadores. La tarea no era nada de fácil, puesto que necesitaban juntar 40 mil firmas; por ello, la recolección se desarrolló tanto en las calles como en las redes sociales.

Pero el apoyo ciudadano, no se detuvo únicamente en esta instancia: por medio de las redes sociales, se convocó a los interesados a participar en cicletadas, caminatas, velatones, etc., para recordar y conmemorar a todas las víctimas, que murieron por culpa de conductores ebrios. Por su parte, los familiares directos de Emilia, comenzaron a contactar por Twitter a diputados y senadores, para ponerlos al tanto del proyecto de ley y así ampliar las posibilidades de contar con su apoyo al momento de realizarse las votaciones.

Luego de un arduo y constante trabajo, el 12 de marzo de 2013, Benjamín y Carolina entregaron las 40 mil firmas en apoyo a la Ley Emilia, ante la Cámara de Diputados, que apuntaba a endurecer las penas por conducir bajo los efectos del alcohol. Se daba un paso importante, pero aún quedaba mucho camino por recorrer.

Fue así como el 9 de abril, con 89 votos a favor y 7 abstenciones, la Cámara de Diputados aprobó un proyecto que modifica la Ley de Tránsito N° 18.290, referida al delito de conducción en estado de ebriedad, con la consecuencia de lesiones gravísimas o con resultado de muerte. La moción eleva la pena del delito de conducción en estado de ebriedad cuando se causen lesiones gravísimas a presidio mayor en su grado mínimo (cinco años y un día diez años) y cuando el resultado sea la muerte, la pena será de presidio mayor en sus grados mínimo a medio (cinco años y un día a quince años) En ambos casos, se establece una multa de 20 a 50 unidades tributarias mensuales, además de la pena de inhabilidad perpetua para conducir vehículos de tracción mecánica. Además, el condenado no podrá optar a ningún tipo de beneficio penitenciario.

El proyecto de ley estaba facultado entonces, para pasar a la a Cámara de Senadores. Sin embargo, el pasado 8 de mayo, los “excelentísimos representantes” de esta Cámara decidieron postergar una semana la discusión de la Ley Emilia, priorizando el Proyecto Ley de TV Digital (dolorosamente increíble, pero cierto) Ahora, solo queda esperar la nueva fecha de votación, y confiar en que los senadores no seguirán permitiendo, que los borrachos al volante, queden impunes luego de poner término a la vida de tantas personas inocentes.

Emilia partió de este mundo demasiado pronto, dejando a su alrededor un ambiente de profunda tristeza y añoranza. No obstante, la fortaleza y entereza demostrada por sus padres, sumado al apoyo de tantas personas –conocidas y anónimas- nos sirven de ejemplo para revalorar y tomarnos con seriedad nuestro rol de ciudadanos. El ejercicio de la ciudadanía, no pasa solo por elegir de buena o mala gana a nuestras autoridades, o con acatar ciega y acríticamente las decisiones que se toman desde arriba. Ser ciudadanos, guarda relación con estar activos, con movilizarnos tanto en las calles como en el mundo virtual, para emprender aquellas luchas que nos parecen justas y conseguir el apoyo necesario, para modificar aquellos aspectos de la legislación donde existen vacíos.

Emilia Magdalena entregó a sus padres y abuelos, todo el amor y alegría imaginables a sus cortos 9 meses y 17 días. Creció en un ambiente donde la enseñanza de la Historia y la lucha por la justicia social, fueron el pan de cada día. Hoy, gracias a la constancia y fortaleza de sus padres, es protagonista de un movimiento nacional que busca acabar con la impunidad de los conductores ebrios al volante y producir un cambio en la historia legislativa de nuestro país.

Emilia-Silva-Figueroa-Facebookfuneral-emilia-2-1024x764539940_10200290767290283_1247007442_n

 

Publicado en Estado y ciudadano, Nosotros

Deja un comentario